El Gobierno ha perpetrado el disparate que muchos nos temíamos desde hace tiempo pero no queríamos acabar de creernos: una moratoria al desarrollo de las energías renovables en nuestro país. Los argumentos en contra de este “gravísimo error histórico” (Fundación Renovables) son bien conocidos de los lectores de esta revista que lleva más de diez años peleando en dirección contraria a la nefasta medida adoptada en Consejo de Ministros el viernes 27 de enero y por tanto no voy a abundar en ellos salvo para concluir que es sencillamente una moratoria al sentido común en términos de política energética, en términos de política industrial, en términos de política medioambiental, en términos de política de empleo y, finalmente, en términos estratégicos en un mundo abocado a la independencia energética de las naciones. Como señalaba al principio, lo veíamos venir y, lamentablemente, no hemos podido (a lo peor no hemos sabido) evitarlo.
Para llegar a esta moratoria han coincidido varios factores entre los cuales yo quiero destacar cuatro. En primer lugar hay que señalar al responsable de la política energética del anterior Gobierno, Miguel Sebastián (con la parte alícuota de responsabilidad del presidente del Gobierno y del partido que le apoyaba), por haber sembrado el terreno para este resultado con su discurso, con sus campañas de desprestigio, con sus contradicciones, con su errática política en el BOE.
Por su parte el Partido Popular se ha aferrado al dogma de los que identifican las renovables con el “zapaterismo” como argumento suficiente para descalificarlas y, lo que es peor, se ha cerrado en banda al diálogo con los que han –hemos- intentado acercarnos para explicar la realidad de las renovables que no son en ningún caso el “capricho” de una ideología sino la conclusión de la lógica en el terreno energético. Su imperdonable silencio en la campaña electoral era todo un discurso que adquiere ahora todo su significado.
Pero si este paso atrás, esta “patada al futuro”, tuviera un único instigador ese sería el sector que ha puesto desde hace dos años toda la carne en el asador, toda su artillería -que es mucha- para parar las renovables en beneficio de las tecnologías del pasado en las que han realizado apuestas estratégicas erróneas y que ahora tenemos que pagar todos. Ellos han defendido sus intereses particulares -con una ausencia de visión de futuro absoluta- frente al interés general y, lamentablemente, los que tenían que velar por éste no han hecho lo propio.
Pero la principal responsabilidad, al menos la que más me preocupa, quizás está de nuestro lado, de los que creemos que el cambio de modelo energético es necesario, es posible y además es una oportunidad para nuestra economía pero que, en muchos casos, estamos convencidos que va a llegar por si solo, sin que hagamos los esfuerzos necesarios para derribar las barreras que existen. La responsabilidad es –sí, también– de las empresas que hacen negocio con estas energías renovables pero ignoran que es imprescindible convencer a la sociedad de su necesidad, de sus beneficios, de su oportunidad.
Hace veinte meses cuando la ofensiva antirenovable ya se había desatado en todos los frentes algunos dimos el paso de organizarnos para movilizarnos desde la ciudadanía con la creación de la Fundación Renovables. Constatábamos entonces que las renovables estaban perdiendo la batalla de la opinión pública y que era necesario hacer llegar a la sociedad otra visión del conjunto de la energía. Lo hemos intentado interviniendo con todos nuestros medios en el debate energético y hemos logrado convertirnos en un referente. No ha sido suficiente el esfuerzo. Nos hubiera gustado tener un mayor respaldo para poder llegar con más medios a la opinión pública.
La moratoria aprobada por el Gobierno nos ratifica en que hoy es más necesaria que nunca esta movilización ciudadana por el cambio de modelo energético. Os convocamos desde la Fundación Renovables a acompañarnos en la tarea.